Aunque publicado ya hace tiempo, nos sigue pareciendo interesante comentar la siguiente noticia. Un equipo dirigido por el investigador irlandés David Hone de la University College de Dublin publicó el pasado mes de mayo en la prestigiosa revista Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, la primera evidencia de restos de un pterosaurio azárquido en el interior de la carcasa del terópodo dromaeosáurido Velociraptor. Como sucede con muchos tesoros escondidos entre los almacenes de los museos, el ejemplar fue encontrado en la década de los 1990 en Mongolia, pero hasta ahora no había sido descrito. El ejemplar está muy bien conservado, con toda la cavidad torácica en su posición original, conservando también el contenido estomacal. Este tipo de hallazgos son de gran importancia ya que son las evidencias directas más claras para conocer la dieta de los animales extinguidos, pero aun es más raro encontrar este tipo de restos en dinosaurios terópodos.
Detalle de la cavidad torácica de un Velociraptor con restos de pterosaurios en su interior. |
Tradicionalmente, se tiene la visión
de que este tipo de terópodos carnívoros (dromaeosáuridos) son más bien
depredadores activos. Sin embargo, este nuevo descubrimiento indica que también
podrían ser carroñeros, al menos de manera ocasional. Aunque tampoco debemos
descartar que Velociraptor fuera
capaz de cazar a pterosaurios cuando tomaran tierra, tal y como lo hacen
predadores actuales con las aves.
Paso a paso, y gracias al
descubrimiento de fósiles como este, podemos ir conociendo mejor muchos de los
aspectos sobre el comportamiento de diversos grupos de dinosaurios que tradicionalmente,
debido a la escasez de este tipo de fósiles, no pueden ser conocidos únicamente
a partir del estudio de huesos desarticulados.
Para aquellos que quieran ampliar
más información, podéis consultar la referencia completa en el siguiente link:
Hone, D.W.E., Tsuhiji, T., Watabe, M. & Tsogbataar, K. (2012): Pterosaurs as a food source for small dromaeosaurs. Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, 331–332,27–30. doi: 10.1016/j.palaeo.2012.02.021
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